
El “lovebug”, traducido: “insecto del amor”, invade Resistencia desde hace varios días, en consonancia con la llegada del temido Covid-19 que asola al mundo.
El bichito no sólo desafía la cuarentena inundando la ciudad, sino que además tira ideas, ya que en toda su vida no hace más que copular.
Los que saben dicen que son originarios de Estados Unidos, y que fueron ganando terreno hacia el sur y al cabo de varias décadas ya están acá.
Las hembras depositan los huevos entre hojas en descomposición, donde el proceso de desarrollo puede durar varios meses y no importan mucho si hace frío o calor.
En nuestra región, se desarrollan de larvas a adultos a mediados de marzo y de septiembre.
Los machos son los primeros en adquirir la capacidad de volar, pero esperan a las hembras para aparearse y volar apareados.
Viven apenas una semana y su fase adulta dura unos 3 o 4 días, lo mismo que el acto sexual.
Al final, la hembra vuelve a depositar huevos y ambos mueren.
Su singular rutina generó una infinidad de mitos. Hay quienes los consideran afrodisíacos y se los comen a puñados, y quienes los consideran un mal ejemplo porque deja la vara tan alta.
Apenas aparecidos, se dijo que son el resultado fallido de una mutación practicada por una universidad estadounidense para combatir mosquitos.
Pero hasta ahora el origen de su existencia es un enigma. Mientras, se comprobó que no representan peligro alguno para la salud humana ni animal.
Hasta acá, todos los envidiosos que intentaron hacerle mala prensa fracasaron.